A favor del progreso y en contra de la banalización
La sociedad avanza de forma irrefrenable, pero ¿qué nos estamos dejando por el camino? Mario Vargas Llosa trata de responder a esta pregunta en su ensayo La civilización del espectáculo, texto en el que aborda la devaluación del concepto de cultura y su cada vez menor influencia en el pensamiento y la obra de los individuos.
La tesis del autor está clara en todo momento: la entronización de la diversión como valor absoluto ha conllevado la degradación de la cultura en Occidente. Esta afirmación no niega la posibilidad del ocio ni condena el goce, sino que se refiere a la rebaja de las aspiraciones intelectuales y estéticas de las obras de creación, propiciada por la necesidad de que se simplifiquen para llegar a cuanta más audiencia mejor.
En palabras del premio Nobel, la civilización del espectáculo es aquella en la que "el primer lugar en la tabla de valores vigente lo ocupa el entretenimiento". Pero ¿acaso es malo distraerse? ¿Son perjudiciales el progreso y la popularización de la educación? No, ¡en absoluto! Gracias a eso se ha combatido el analfabetismo, la mujer ha dejado de estar supeditada al hombre (al menos oficialmente), existe libertad sexual y política, entre otros muchos logros. El problema, según las reflexiones vertidas, es cuando todo se supedita al recreo porque termina frivolizándose desde el arte hasta el periodismo.
No debe simplificarse este ensayo en los términos de una discusión entre alta y baja cultura. No veo en este libro una postura elitista que acote el acceso a la cultura en exclusiva para los poderosos. Más bien, defiende que solo la difusión de contenidos culturales ricos hará libres a los ciudadanos, sean pobres o ricos, porque los permitirá pensar por sí mismos.
Vargas Llosa alimenta su análisis abordando fenómenos como la política, la religión o el erotismo. A través de un estudio de su evolución, el autor muestra en qué se ha beneficiado la sociedad contemporánea, pero también recoge qué ha perdido por no preservar aquellos rasgos que hacían de la cultura un hecho distintivamente humano. Y no humano en tanto que relativo al hombre y a la mujer como seres vivos, sino en conexión con su dimensión espiritual, con la esencia del ser.
Además, el libro está salpicado de artículos que el autor publicó en el diario El país e incluye un discurso, textos todos en los que, previamente a la escritura del ensayo, Vargas Llosa detectó los síntomas del enviciamiento cultural.
Se esté de acuerdo o no con su postura, La civilización del espectáculo es un ensayo coherente en sus argumentos siempre que el lector no caiga en el error de interpretarlo según la manida dicotomía entre cultura elitista y cultura popular. Porque este ejemplar es mucho más que eso: es un intento de explicar por qué estamos donde estamos y por qué a pesar de estar mejor que nunca, a la vez la situación es peor.
La civilización del espectáculo (2012), de Mario Vargas Llosa. 227 páginas. Yo he leído la edición en bolsillo de Punto de Lectura de 2013, y también está disponible la original en rústica en Alfaguara.
Lee aquí un fragmento.
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