La convivencia y el respeto a la diversidad
Cuando estalla un conflicto, no hay nada más adecuado para la salud mental que abstraerse y observar con imparcialidad las razones expuestas por los enfrentados. Y si uno no es imparcial porque es parte interesada en la disputa, lo mínimo que se le puede exigir es honradez para asumir errores propios y aciertos ajenos. El último hombre que hablaba catalán, la novela del diplomático Carles Casajuana (Sant Cugat, Barcelona, 1954) que he tenido la suerte de leer, trata precisamente de eso, de la convivencia entre posturas enfrentadas.